A menudo se llevan a cabo obras de tipo hidráulico con
diferentes objetivos acorde a los intereses y necesidades de la población. A
simple vista parecen dar respuesta al problema y son rápidamente reconocidas
por los gobiernos. Conviene, sin embargo, advertir que detrás de tantos
“beneficios” se han venido desencadenando graves conflictos de tipo social
sobre los que vale la pena profundizar en los siguientes párrafos.
Pongamos por caso el impacto social de embalses, represas
y centrales hidráulicas. Para la construcción de dichas obras se necesitan
lugares amplios y estratégicos que en la mayoría de los casos están habitados.
Esto conlleva al desplazamiento involuntario de miles de personas que deben ser
expropiadas de sus tierras y viviendas y que, escazas veces, reciben una
compensación acorde a lo prometido. No obstante, el lugar de su nueva
ubicación, el tipo de edificación del que se trate, si la población va a estar
concentrada en un lugar o en varios y la forma en que socialicen los nuevos y
los anteriores pobladores, todo ello presenta dificultades de tipo económico,
social y cultural.
Así mismo se hace
indispensable pensar en las sostenibilidad económica que se tenía antes del
desplazamiento, un claro ejemplo fue lo que sucedió en la represa de
Hidrosogamoso. Debido a su construcción, muchas personas que trabajaban
diariamente en el rÍo tuvieron que suspender todo tipo de actividad relacionada
con la pesca o agricultura por la fuerte contaminación que se produjo en él. El
rÍo dejó de ser fuente de empleo y entretenimiento, convirtiéndose en un riesgo
para la salud de tanto personas como animales. Como consecuencia se produjo un
alto nivel de desempleo y pobreza, lo que obligó a las familias afectadas a
buscar nuevos trabajos poco remunerados en sitios lejanos a los que solían
vivir.
Acontece además que, en el ámbito de salubridad, las
aguas estancadas o de movimiento lento son generadores potenciales de enfermedades
tales como disentería, diarreas, desnutrición, tuberculosis, fiebre amarilla,
entre otras. Un caso reciente fue el paludismo que se extendió alrededor de la
represa Itaiupú y puso en peligro la vida de gran cantidad de personas. Otras
consecuencias de lo anterior son el agobiamiento de los servicios públicos y la
competencia por los recursos.
Es oportuno ahora mencionar lo que estas obras han
significado para la paz de las naciones. La mayoría de las represas de
Latinoamérica se construyeron durante las dictaduras militares más crueles.
Dictadores que usaron las masacres para favorecer a los constructores en
proyectos como Guri, Yacyretá y Chixoy. Se recibieron grandes sumas de dinero
que se justificaron en préstamos e iban desapareciendo en corrupción. De esta
manera muchas represas se han construido por encima del presupuesto original,
han tardado más de lo necesario o son una simple excusa para alimentar la
avaricia de una minoría.
Como último factor a tratar se mencionan las políticas de
desarrollo en cuanto a los manejos hidráulicos, éstas, que lejos de favorecer a
los países donde son aplican, vienen dadas por organismos ajenos al problema
como el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, entre otros.
Esta situación implica la necesidad de adecuar las normas y criterios
sugeridos, de manera que se ajusten a la realidad social donde serán ejercidas;
lo cual es bastante complicado teniendo en cuenta la ética de las personas que
están al poder y manejan la economía del Estado
Quisiera aquí resumir que el propósito de lo expuesto
anteriormente no es desmeritar por completo a las obras hidráulicas ni invitar
a que se suspenda su construcción; sino revelar de forma sistemática los
problemas de tipo social que ha generado el modo cómo se han llevado a cabo.
Una toma de conciencia y la mayor participación en la toma de decisiones, así
como la búsqueda de un beneficio común,
ayudaría en gran parte a minimizar los impactos negativos que estas
obras han tenido a lo largo de los años y a generar mayor aceptación por parte
de los ciudadanos.
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